Ir al mercado es toda una experiencia que no puedes perderte si viajas a la China. Los mercados están repletos de una variedad de productos interminables, basta con girar la cabeza para pasar de ver angulas a ver fruta. Tanta mezcla de producto genera cierta aprensión estomacal y olfativa nada más comenzar la ruta… ¿Adivináis cual es el olor que predomina en los mercados? Pues como no, el del durian que habíamos mencionado en un post anterior! Su olor acompañando al pescado, la perfecta combinación.
La última vez que fui al mercado fui a comprar pollo, y lo más curioso que me ha pasado nunca al comprar este manjar es tener que despertar al empleado, que estaba sumido en un buen sueño. Esto de dormir en cualquier momento y lugar no es nada raro en este país… Así que con toda naturalidad se despertó, entró dentro a por el pollo vivo y lo mató ahí mismito. Fresco, fresco. ¿Que cómo lo sé? Pues no lo vi pero fue suficiente con escucharlo.
Pasé a otra de mis zonas favoritas: la de los peces. Y es que por lo general están vivos, otra característica de la cultura china. Se pueden ver no sólo peces sino cangrejos, mil variedades de anguilas y angulas y, mis favoritas, las ranas! Sólo verlas me trajo a la mente el momento en el que las probé: picantes (deben ser cocinados en picante para quitar el olor) y con sabor que recuerda al de un pescado blanco. Eso sí, con poquita carne.
Aunque por cómo he comenzado el post parece que puedan parecer poco agradables los mercados chinos, la calidad de producto suele ser buenísima, el precio, mejor imposible, y la experiencia –junto con la buena compañía de las moscas- merece la pena. No os los perdáis si tenéis la ocasión!